Una fría noche.

Una fría noche, David no conseguía dormir, así que se sentó frente la chimenea a escribir con su pluma. Comenzó a escribir una pequeña historia, una historia que acaba de empezar, y que aún no sabe cuando acabará...

Esta historia será un viaje, un viaje a través de experiencias vividas, sueños, ilusiones y anécdotas, historias...

La pequeña gran historia de su vida.

Esta pequeña historia ya ha comenzado, bienvenidos, y espero que os guste.

lunes, 26 de octubre de 2009

Las diez y media.


Manu había vivido toda su vida engañándose a sí mismo, pensando que había sido capaz de amar a una persona con todas sus fuerzas, pero el haber conocido a aquella chica le hizo darse cuenta de que lo que estaba comenzando a sentir por ella era muchísimo más fuerte que todos aquellos sentimientos que había tenido hasta entonces. Se había dado cuenta de que lo que hasta aquel entonces él creía que era amor, no era nada comparable con aquella sensación que le anudaba el estomágo, le arrebataba el sueño y le distraía la mente y que, conforme pasaban los días, crecía más y más.

Manu se sentía muy confundido. No sabía que hacer, su corazón se estaba volviendo loco y le decía que se lanzara una vez más a la gran aventura del amor, pero por otra parte su cabeza le decía que siempre pasaba lo mismo, que no volviera a caer, que terminaría haciéndose daño, como otras tantas veces le había pasado, rompiendo con todas las esperanzas que Manu tenía de encontrar al amor de su vida, rasgando sacos de ilusión y sesgando hilos de felicidad.

Pero un día, decidió que no podía aguantar más tiempo ignorando lo que su corazón le gritaba a voces, así que al fin se decidió a contarle a Eva todo lo que sentía por ella.

Manu nunca supo expresarse hablando tan bien como escribiendo, así que le escribió una carta plasmando todos sus sentimientos, y se plantó aquella misma noche en el bar donde Eva trabajaba justo a la hora del cierre. Al verlo, Eva se sorprendió:

- ¿Qué haces aquí Manu? ¡Si ya sabes que cerramos a las diez y media! Bueno...da igual, por ser tú haremos la excepción...anda pasa, pasa, que te pongo una cerveza.

Manu, entrecortadamente, saludó a Eva y sin apenas decir nada entró al bar tras ella. Una vez dentro, los dos se quitaron los abrigos y se sentaron al lado de la barra.

- !Qué noche tan fría! ¿verdad Manu? No veas como pega el cierzo a estas horas... - Ya te digo Eva, ya sabes como es esta ciudad... - Bueno... ¿y qué haces a estas horas por aquí?

Se hizo un gran silencio, y Manu le respondió:

- ...He venido a verte a tí.

Eva puso una cara que Manu no supo intepretar, una mezcla entre asombro fingido y expectación, que lo descolocó y aún le hizo ponerse más nervioso de lo que estaba.

- ¿A mí? Pero si nos vemos todos los días Manu, ¡que cosas tienes!

Eva sabía perfectamente a qué había venido Manu. El día anterior le escuchó hablar con su amigo y dueño del bar Luis diciéndole que por fin se había decidido y que iba a decírselo, y Eva sabía exactamente lo que iba a decirle. Y por fin, había llegado el día que tanto estaba esperando.

- Ya, si, bueno, ehh..., tienes razón, p...ppp...pero...tte...tenía que decir una cosa... - ¿Ah sí? Muy bien Manu, te escucho.

Manu permaneció en silencio durante unos minutos mirando a Eva a los ojos, intentando ordenar todas las palabras que querían salir a la vez de su boca, y no lo consiguió, solo balbuceó unas cuantas frases que ni el mismo entendía hasta que se dió por vencido:

- Bueno Eva, creo que es mejor que leas esto...

Manu le dió a Eva la carta que había escrito aquella tarde, y sin mediar palabra alguna salvo un frío "Adios", se puso su chaquetón y salió del bar hacia su casa.

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