Una fría noche.

Una fría noche, David no conseguía dormir, así que se sentó frente la chimenea a escribir con su pluma. Comenzó a escribir una pequeña historia, una historia que acaba de empezar, y que aún no sabe cuando acabará...

Esta historia será un viaje, un viaje a través de experiencias vividas, sueños, ilusiones y anécdotas, historias...

La pequeña gran historia de su vida.

Esta pequeña historia ya ha comenzado, bienvenidos, y espero que os guste.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Más que palabras.


"Hola.

Llevaba tanto tiempo intentando decirte lo que vas a leer a continuación, que aún no me creo que me haya decidido a hacerlo. Como habrás comprobado en tanto tiempo que hace que nos conocemos, no es que se me dé muy bien expresarme con las palabras la verdad, y bueno, creo que esta es la mejor manera de hacerlo.

Hace unos cuantos años que siento un inmenso vacío en mi interior, que no podía llenar de ninguna manera, un vacío que no podían ocupar ni mis mejores amigos, ni mis seres queridos, ni nada en el mundo, hasta que descubrí que ese vacío conseguía taparlo un sentimiento capaz de hacer que el hombre sea capaz de mover cielo y tierra, de pasar noches enteras sin dormir, días sin comer, y horas y horas con el corazón a mil por hora. La sensación de amar a alguien, de que ese alguien lo es todo para tí y que no existe nada más aparte de aquella persona, que darías tu vida sólo por poder estar junto ella.

Este sentimiento es de los más fuertes que existen, y es capaz de hacerte sentir el ser más afortunado del mundo cuando eres correspondido y la otra persona siente lo mismo que tú, pero también puede destrozar el corazón de cualquier persona cuando ese amor que sientes no es correspondido por la otra persona.

La primera vez que me enamoré me ocurrió todo lo que anterior nombraba, y todo marchaba bien, éramos felices, nos queríamos, hasta que un día todo acabó con un: "Lo siento Manu, esto no funciona..." ¿Cómo que no funcionaba? ¡Si era el hombre más feliz del mundo!

Y así, como aquella primera vez, muchas otras fueron sucediendo, y tras largos períodos en los que tocaba fondo y me sentía hundidoy desgraciado, cuando por fín me recuperaba, volvía a caer de nuevo en el mismo error. Otra chica aparecía y vuelta a empezar de nuevo.

De pronto, llegó un punto en el que mi corazón dijo basta, y, repleto de cicatrices de antiguas heridas aún sin cerrar por completo y de todo el dolor por el que había pasado los dos, nos prometimos los dos que nunca jamás se volvería a repetir, no queríamos saber nada de aquello que le gente llamaba amor.

Y pasaron los años, y misteriosamente, aquel vacío que solo el amor podía llenar, poco a poco fue empequeñeciéndose hasta cerrarse por completo y aquel vacío desapareció.


Pero todo cambió un día, cuando me bajé al bar de mi mejor amigo a tomarme la cerveza de todas las tardes, y te ví. Al principió no sentí nada en particular, pero cuanto más te miraba menos podía aguantar sin mirarte, así que, temiéndome lo peor, me fuí del bar enseguida y al llegar a casa, noté un extraño dolor en el pecho, un dolor que era extraño a la par que familiar, aquel vacío que el tiempo había conseguido cerrar, se había vuelto a abrir.

Aquello resultaba extraño, porque durante todos esos años, había mantenido relaciones de pareja con varias mujeres, y a pesar de serchicas que valían la pena, no llegué a sentir nada por ellas.

Pasaban los días y aquella sensación que ya había tenido hace años, había vuelto y se estaba transformando en algo más fuerte que todo lo que había vivido en toda su vida hasta aquella tarde.

"Quizá he vivido equivocado durante todos estos años... quizá esto sea realmente aquello a lo que llaman amor..."



Y han pasado los días, los meses...casi un año ya de aquella tarde, en la que gracias a tí descubrí que había estado equivocado. Y me tienes aquí, escribiendo esta carta que ni yo sé muy bien lo que significa...

Mientras la lees seguramente ya estaré lejos de aquí, sin saber a dónde ir ni dónde meterme, sin esperar siquiera una respuesta, solamente sentado en algún lugar, contemplando la quietud del silencio en otra noche muy larga, como lo son todas.

Porque las noches sin tí, son noches sin fin."

lunes, 26 de octubre de 2009

Las diez y media.


Manu había vivido toda su vida engañándose a sí mismo, pensando que había sido capaz de amar a una persona con todas sus fuerzas, pero el haber conocido a aquella chica le hizo darse cuenta de que lo que estaba comenzando a sentir por ella era muchísimo más fuerte que todos aquellos sentimientos que había tenido hasta entonces. Se había dado cuenta de que lo que hasta aquel entonces él creía que era amor, no era nada comparable con aquella sensación que le anudaba el estomágo, le arrebataba el sueño y le distraía la mente y que, conforme pasaban los días, crecía más y más.

Manu se sentía muy confundido. No sabía que hacer, su corazón se estaba volviendo loco y le decía que se lanzara una vez más a la gran aventura del amor, pero por otra parte su cabeza le decía que siempre pasaba lo mismo, que no volviera a caer, que terminaría haciéndose daño, como otras tantas veces le había pasado, rompiendo con todas las esperanzas que Manu tenía de encontrar al amor de su vida, rasgando sacos de ilusión y sesgando hilos de felicidad.

Pero un día, decidió que no podía aguantar más tiempo ignorando lo que su corazón le gritaba a voces, así que al fin se decidió a contarle a Eva todo lo que sentía por ella.

Manu nunca supo expresarse hablando tan bien como escribiendo, así que le escribió una carta plasmando todos sus sentimientos, y se plantó aquella misma noche en el bar donde Eva trabajaba justo a la hora del cierre. Al verlo, Eva se sorprendió:

- ¿Qué haces aquí Manu? ¡Si ya sabes que cerramos a las diez y media! Bueno...da igual, por ser tú haremos la excepción...anda pasa, pasa, que te pongo una cerveza.

Manu, entrecortadamente, saludó a Eva y sin apenas decir nada entró al bar tras ella. Una vez dentro, los dos se quitaron los abrigos y se sentaron al lado de la barra.

- !Qué noche tan fría! ¿verdad Manu? No veas como pega el cierzo a estas horas... - Ya te digo Eva, ya sabes como es esta ciudad... - Bueno... ¿y qué haces a estas horas por aquí?

Se hizo un gran silencio, y Manu le respondió:

- ...He venido a verte a tí.

Eva puso una cara que Manu no supo intepretar, una mezcla entre asombro fingido y expectación, que lo descolocó y aún le hizo ponerse más nervioso de lo que estaba.

- ¿A mí? Pero si nos vemos todos los días Manu, ¡que cosas tienes!

Eva sabía perfectamente a qué había venido Manu. El día anterior le escuchó hablar con su amigo y dueño del bar Luis diciéndole que por fin se había decidido y que iba a decírselo, y Eva sabía exactamente lo que iba a decirle. Y por fin, había llegado el día que tanto estaba esperando.

- Ya, si, bueno, ehh..., tienes razón, p...ppp...pero...tte...tenía que decir una cosa... - ¿Ah sí? Muy bien Manu, te escucho.

Manu permaneció en silencio durante unos minutos mirando a Eva a los ojos, intentando ordenar todas las palabras que querían salir a la vez de su boca, y no lo consiguió, solo balbuceó unas cuantas frases que ni el mismo entendía hasta que se dió por vencido:

- Bueno Eva, creo que es mejor que leas esto...

Manu le dió a Eva la carta que había escrito aquella tarde, y sin mediar palabra alguna salvo un frío "Adios", se puso su chaquetón y salió del bar hacia su casa.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Noche en vela.

La historia de Eva y Manu fue una historia de amor, con todo lo que eso conlleva, lloros, dolor, lágrimas, besos, mil perdones y mil te quieros.

Manu no creía en el amor, había sufrido mucho en su vida y ya pasaba completamente de cualquier tipo de relación, pasaba de las mujeres. Creía que el amor era un engaño, que no existía, que era imposible que dos personas se amen hasta el fin de los tiempos, hasta que la conoció.

Eva era una chica normal, no era exhuberante, pero tampoco un adhefesio. Pero cuando Manu la vió por primera vez se quedó con la mirada perdida y cabizbajo, y se vió dentro de 20 años, sentado en la terraza de una casa con el mar justo delante, con la brisa marina acariciando su piel y con una mano entrelazada a la suya. Sí, esa mano era la de la chica que acaba de ver. Manu solía soñar despierto, se evadía de la realidad y se imaginaba historias y situaciones, que luego escribía donde fuera.

Cuando salió de su sueño y volvió a la realidad, ella ya no estaba allí, la buscó por todo el bar pero no la encontró, acabó su cerveza de un trago y fue a la barra a preguntar:

- Perdona Luis, la chica con la que estabas hablando...¿Se ha ido ya?
- ¿Qué chica? ¿Eva? Sí, ya ha acabado su turno, y se ha ido a casa.
- ¿Su turno? ¿Trabaja en este bar? No la había visto nunca.

- Empezó ayer a trabajar de camarera por las tardes, ¿la conoces o qué? ¿A qué viene tanto interés?
- ...Umm...no...no la conozco...no...nada Luis cosas mías, mañana te veo, cuídate artista.

Manu titubeó alguna palabras más que Luis no llegó a comprender y se despidió de su amigo, que era el dueño del bar en el que solía ahogar su penas días a día, y se fué andando despacio y con la mirada perdida otra vez.

- Jajaja, este chico...lo conozco desde crío y aún no deja de sorprenderme...¿qué tendrá entre manos esta vez?

Manu pasó aquella noche sin dormir, tenía una extraña sensación que nunca antes había sentido, cuando cerraba los ojos para intentar dormir, sólo veía dos ojos color caoba mirándole fijamente, y una sonrisa dulce que hacían que su corazón dejara de latir por unos instantes, que le robaban hasta el último suspiro y hacían que se le pusiera la piel de gallina.

Todas las noches solía escribir las cosas que imaginaba a lo largo del día, era un diario de pensamientos. Manu encontraba de esa forma la manera de expresar todos esos sentimientos, sueños y anhelos, penas y tristezas, miedos y temores para los que no tenía nunca valor sufiente de compartirlos con nadie.

Pero aquella noche escribió hojas y hojas de historias, frases, poemas y cuentos, y sin darse cuenta de ello, solo aparecía ella.

miércoles, 8 de abril de 2009

5 de Julio.

5 de Julio. Ése fue el fatídico día. El día que cambiaría radicalmente el resto de la vida de Eva.

Era un día soleado, y ya habían recogido todo el campamento base en el que habían vivido durante 6 meses, y regresaban a España. A Manu no le cabía el corazón en el pecho, no podía aguantar más, necesitaba volver a Zaragoza y abrazar a la mujer de su vida como si fuera la última vez.

El avión ya había despegado, y en unas horas llegarían a su destino, la Academia General Militar de Zaragoza, donde desde allí regresarían a sus hogares. Pero algo salió mal. Se escuchó un pequeño chasquido, y todo el mundo, incluso el piloto, pensó que no tendría importancia, y el avión siguió su ruta sin ninguna complicación. Pasando por el desierto, se toparon con una terrible tormenta de arena, la cual obligó al piloto a utilizar toda su experiencia para mantener el avión estable, cosa que cada vez era más complicada, hasta que sucedió lo que nadie quería que sucediera.

El chasquido que escucharon al encender el avión fue producto de una ligera avería en el sistema hidraúlico del avión, que se vió agravada por la intensa tormenta de arena. Esta avería ocasionó que ni los mandos del avión ni el piloto no pudieran evitar la colisión. Se estrellaron y el avión se incendió.

Solo hubo tres supervivientes, y no, Manu no se encontraba entre ellos.

La carta.

"Pronto estaremos juntos de nuevo. Te hecho de menos. No hay instante en estos últimos meses que no piense en tí. Daría lo que fuera por poder volver ahora mismo junto a tí, pero los dos sabemos que no es posible.

El sargento nos ha dicho que es muy probable que dentro de dos semanas volvamos a España, la situación de la ciudad ha mejorado bastante, nuestra misión de cooperar con el gobierno afgano para reconstruir la ciudad tras la guerra ha sido un éxito. Después de unos largos seis meses, podemos decir que volveremos a casa.

No me cansaré nunca de repetirtelo, te quiero."

Era una carta arrugada y sucia, como todas las que recibía de Manu, pero está estaba especialmente deteriorada, de tanto leerla una y otra vez. Era una carta breve, como todas las que Manu le enviaba día sí, día también. Era un hombre de pocas palabras, decía siempre lo que tenía que decir, en el momento oportuno, y eso a Eva le encantaba.

domingo, 29 de marzo de 2009

Zierzo.

Eva se encontraba sentada en su banco favorito, donde siempre que iba a aquel parque se sentaba durante horas, pensando en sus cosas, con la mirada perdida, abstraída. Y esta noche, era una de esas ocasiones. Hacía frío, mucho frío. Eva iba muy abrigada, con un abrigo largo y un gorro a juego con su bufanda, que solo dejaban entrever sus sonrosadas mejillas por el frío y sus ojos. Aquellos ojos color caoba le otorgaban una mirada que cautivaba allí donde fuera.

No era una decisión muy sensata la de salir al parque a pasear con esa temperatura tan baja, pero Eva necesitaba salir a la calle, a despejarse, el frío zierzo golpeando su cara le ayudaba a eso, era como si ese fuerte viento gélido se llevara parte de esos sentimientos, de esa tristeza que a veces la inundaba.

El parque estaba rodeado de edificios, y tenía una pequeña elevación de tierra en la que yacía un inmenso castillo, de la época del reino musulmán en España, que le daba nombre. Eva solía pasear por el foso del castillo e imaginarse cómo era la vida en aquella época, como vivía la gente que muchos siglos atrás había pisado el mismo suelo que ella estaba pisando. Campesinos, caballeros, soldados, e incluso reyes. Un castillo que permanecía impasible ante el tiempo. Cuántas generaciones habrán contemplado la puesta de sol desde sus altos torreones, cuántas habrán admirado sus jardines, sus patios... La mente de Eva volaba sin límites.

Pero esta vez no quería pasear, no tenía fuerzas, permanecía sentada, inmóvil. Eva sostenía un papel en la mano, era como una carta. La leía una y otra vez, era lo único que aún conservaba de él...

domingo, 15 de marzo de 2009

La catarsis.

David estaba paralizado ante la situación en la que se veía. Era una mezcla de miedo, melancolía y desesperación, la que le había llevado hasta allí.

Había soñado muchas veces con ese momento, con el momento de dejar de vivir. En varias ocasiones había estado cerca de acabar con su vida, bien con un cuchillo en la mano mirándose las venas, o en la bañera con un secador enchufado. Siempre había estado a punto, pero en un último brote de esperanza abandonaba sus intenciones. "Algún día, todo se arreglara", se decía.

Pero hoy no iba a ser así, hoy era el día, el día definitivo. Pero algo sucedió.

Una joven se acercaba corriendo hacia la casa de David. Gritaba. Apenas conseguía entender lo que decía. Sus gritos le devolvieron a la cordura de nuevo. La joven muchacha se paró justo en el lugar en el que David iba a aterrizar, un suelo de pizarro negro en el que David empezaría su nueva vida. La joven miró hacia arriba y, sin aliento, le dijo:

"- Por favor señor, baje de ahí, estaba paseando por el parque y no he podido evitar observar lo que estaba sucediendo."

La chica iba muy abrigada, la bufanda y el gorro que llevaba apenas dejaban entrever su rostro, y el color de sus mejillas sonrosadas era evidencia de que llevaba mucho tiempo paseando por el parque, en sus ojos, que eran penetrantes y de un color caoba precioso, aparecían señales de que la muchacha había estado llorando.

"- Déjame, por favor, y márchate. No puedes hacer nada. Ya es tarde."

David miraba al vacío, miraba pero no veía nada. Tenía la mirada perdida, y temblaba de frío.

"- No, no pienso marcharme, no puedo permitirlo, si vas a morir, que por lo menos no sea
hoy.
- Tú no tienes ni puta idea, hoy es el día, hoy es mi momento."

La chica comenzó a llorar desconsoladamente.

"- Al menos, si vas a morir, llévame contigo."

Esas palabras fueron como un jarro de agua fría que sacó a David de su trance y lo devolvieron a la realidad. Sin pensarlo, y tras volver a coger aliento una vez más, saltó.

viernes, 13 de marzo de 2009

El momento.

David abrió la puerta del balcón, y salió fuera. Lo que tenía en mente quizá fuera un error, una solución cobarde, pero una vía rápida para acabar con todo, todos esos fantasmas que siempre le habían perseguido, aquellos contra los que llevaba toda la vida luchando.

"¿Quién echaría de menos mi presencia? Nadie, absolutamente nadie..."

Acercó una silla a la barandilla, y en dos pasos, se encontró con la muerte cara a cara, separado de ella por tan solo unos escasos centímetros de metal. Sus pies desnudos notaban el frío helador del pasamanos, quizá como anticipo de la sensación que poco después iba a invadir su cuerpo, un frío helador que inundaría su cuerpo mientra yacía en el suelo herido de muerte, y poco a poco, su pena se iba aliviando.

David había tirado la toalla. Se había rendido. Estaba ya muy cansado, agotado. En el jueo de ganar, siempre le había tocado perder, constantemente. Estaba tan cansado, tan abatido, que ni siquiera encontraba las fuerzas para dar ese paso, ese último paso que le llevaría a una vida mejor.

Cerró los ojos. Un suspiro. Una lágrima. Un escalofrío. Silencio. El viento mecía su cuerpo. Solo se escuchaba el silencio, que reinaba en el parque al que daba el balcón. Un parque muy grande, inmenso, y estaba nevado, era una vista preciosa, y un escenario perfecto para lo que iba a suceder esa noche. Era el momento. Su momento.

Cuando todo iba a terminar, justo en el momento clave, ese abrumador silencio se rompía por los gritos de una joven mujer...

jueves, 12 de marzo de 2009

Una vez más.

Y en efecto, David no se equivocaba, una vez más, le habían herido el corazón, una vez más habían jugado con sus sentimientos, una vez más volvía estar solo. Solo, nuevamente, como ya le había pasado en otras ocasiones. Siempre se decía lo mismo, siempre se juraba que no iba a volver a caer, que no se iba a volver a enamorar, pero siempre se ha dicho que donde hubo fuego quedan cenizas, y David se había quemado mucho.

"Qué corto el amor y qué largo el olvido"- Cuánta verdad en tan pocas palabras.

Esta vez había sido la gota que colmaba el vaso, habían vuelto a jugar con él, le habían engañado, a pesar de jurar y perjurar que no volvería a ocurrir lo que una vez ya ocurrió. David siempre había sido muy comprensivo, creía en las segundas oportunidades, y así le iba en la vida.

Al haberse sentido toda su vida tan solo, a la mínima señal de afecto que David recibía, causaba en el una sensación semejante a la gratitud, que con el tiempo derivaba en amor hacia esa mujer. No le importaba el físico ni la personalidad, sólo que le quisieran como él era capaz de hacerlo. Se entregaba en cuerpo y alma a su amante. Era muy detallista. Les regalaba rosas, bombones, perfumes, lo que hiciera falta con tal de embelesarlas, pero no era suficiente. Parece ser que David no sabía dar nada que hiciera sentir a las chicas la misma sensación que él sentía.

- Lo siento...pero esto vamos a terminarlo...
- Pero...¿por qué? ¿Qué he hecho mal?
- Nada David, nada... pero lo siento, no es lo que yo busco.

Y así, conforme pasaban los años, habían pasado muchas mujeres por su vida, y cada una le aportaba algo nuevo, y también le dejaba una pequeña herida en su corazón, un corazón que algún día se acabaría rompiendo en mil pedazos.

David cogió de nuevo su cuaderno, y como siempre, dejó volar su pluma por la hoja de papel:

"Dicen que cuando pierdes algo que realmente te importa sientes un vacío, no estás satisfecho por completo. En mi caso este vacío está durando mucho tiempo, demasiado. Una parte de mí me dice que tire la toalla, pero otra que no pare de luchar e intentarlo; creo que ésta se ha visto superada por la primera recientemente.

He estado dándole vueltas al asunto, mirando los pros y los contras, sin duda los pros son mucho mayores, pero no puedo obligar a nadie a sentir algo que no siente. Tras mucho reflexionar he decidido dejar de ser el de antes. Aquel chico que se volcaba por lo que quería ha muerto. Como muy bien dice un amigo mío, voy a ir a lo que más me convenga.

Lo que no se aprende con el éxito se aprende con el fracaso, y ésta experiencia originada por esa conducta luchadora y, sobre todo soñadora, ha sido el origen de éste fracaso.

Me encanta esta frase, “la vida no se mide por el número de veces que respiras, sino por los momentos que te dejan sin aliento”, es bonita, ¿verdad? Puede ser interpretada de diversas formas, ahora me doy cuenta de su verdadero significado, esos momentos son aquellos que te pudren por dentro, aquellos que te hacen darte cuenta de lo mal que has actuado y de lo estúpido que has sido al creer que algo difícil de conseguir iba a ser posible obtenerlo.

Ahora sé lo que quiero, y a todas estas personas que me han hecho vivir esos momentos se lo agradezco, porque nunca había visto la realidad tal y como es, hasta ahora.

A todos ellos, GRACIAS, todo lo que fuí anteriormente se acabó.

Todo lo que fuí anteriormente ha muerto."

David deja el cuaderno en la mesa, se levanta y abre la puerta de su balcón.

sábado, 7 de marzo de 2009

¿Por qué?

" Una vez más, la historia se repite... "- Se podía leer en la hoja sobre la que David acababa de escribir. Junto a esas palabras, aparecía otra frase tachada, otra frase que apenas se podía descifrar...

Solo.

A David le encantaban esas noches, esas noches en las que no podía dormir, miraba al fuego y escribía lo primero que se le ocurría. A veces se inspiraba en su vida, otras en situaciones que simplemente se inventaba, en las que se ponía en la piel del protagonista, otras veces simplemente escribía cosas sin sentido, pero para él sí que lo tenían.

Pero esta noche no era consecuencia del insomnio, como casi todas, era culpa de su peor fantasma, un fantasma que durante toda su vida le había perseguido: la soledad. David era un tipo solitario, pero no por culpa suya, como aquellos viejos ermitaños que vivían solos por decisión propia. David vivía solo. Ya no tenía familia, sí bueno, tenía una hermana, pero vivía a miles de kilómetros de allí. Tenía amigos, tenía. Lo único que David siempre había buscado era un poco de afecto, sentirse querido por alguien. Amor, amor correspondido. En su vida la experiencia le hizo creer en que el amor verdadero, el amor correspondido, no existe. Al menos para él, no existía, era una gran mentira, suerte para algunos pocos. A lo que la gente llamaba amor, David lo llamaba suerte. Suerte, la que él nunca había tenido.

David no era muy atractivo, era un tipo normal, el típico tío con el que te cruzas y no te llama la atención, era normal, del montón. Ni feo ni guapo. Ni gordo ni bajo. Ni flaco ni alto. Normal.

Había tenido relaciones, pero por A o por B, siempre acababan igual, con David sentado frente a su chimenea, sin poder dormir, con su pluma en la mano y mirando la luz del fuego. Sí, en efecto, siempre acababan justo como aquella noche. Adivinar lo que le había pasado a David unas pocas horas antes...

viernes, 6 de marzo de 2009

La nevera.

Un yogur caducado, un limón, una lata de aceitunas rellenas casi vacía y una botella de agua. "Mierda", pensó David. Otra vez más, había olvidado hacer la compra.

David poseía una gran memoria, recordaba miles de escenas, de datos, de lugares, de cosas que había vidio o simplemente sabía. Cosas del pasado. Pero en el presente eso era otra cosa. Un tipo olvidadizo, olvidaba cosas que debía hacer al día siguiente, tareas, y todo tipo de cosas. Eso le había llevado en más de una ocasión a problemas, pero no podía remediarlo, él era así.

David recorrió el pequeño pasillo que unía la cocina con el salón, resignado por su falta de memoria. Resignado y hambriento, que aún era peor.

Una vez ya en el salón, recorrió con la vista la habitación; estaba llena de objetos y de cacharros, cosas que de una manera u otra, le ayudaban a mantener vivo ese recuerdo de lo que simbolizaban.

En la habitación reinaba la armonía, a pesar del gran desorden que había en las mesas o en el gran armario que ocupaba un puesto privilegiado junto a la chimenea.

El salón era el lugar favorito de la casa para David, en ella pasaba la mayor parte de su tiempo cuando estaba en casa. Le gustaba pasarse allí horas y horas, mirando al fuego, como aquella noche.

viernes, 27 de febrero de 2009

La Luna.

David chupó la punta de su pluma mientras se rascaba su tupida perilla que en tantos años le había acompañado, pensando en qué escribir. Normalmente le llevaba poco tiempo decidirse, como esta vez. Miró por la ventana, y la enorme luna llena le inspiró; a partir de ahí, la pluma le funcionaba sola, como siempre:


"La Luna. Siempre ahí, siempre brillando. Siempre he querido hacer su trabajo, iluminar en los paseos de los enamorados, inspirar a poetas, cantantes... ser el centro de atención en la noche, sobresaliendo de las demás estrellas, ser en la que más se fijen, por desgracia, y desde que tengo memoria, nunca ha sido así. Nunca nadie se ha fijado en mí. He vivido, vivo, y viviré en una segunda fila permanente respecto al resto del unverso.


Incluso ya de crío, cuando iba a infantil, la profesora a veces cuando pasaba lista al final de clase, pensaba que ni siquiera había ido, porque siempre he tendio la capacidad de pasar desapercibido, inadvertido:

- López, David. ¿¿No ha venido hoy??
- ¡Profe! ¡¡Estoy aquí!!
- Perdona cielo, no te había visto...

Y así siempre, entre mis amigos incluso, siempre estaba ahí pero nunca se notaba. Siempre se ha podido contar conmigo para cualquier cosa, pero poca gente lo sabe, siempre dispuesto a ayudar, siempre ahí para echar una mano, pero eso da igual, a quién le importaría.


Quizá cuando peor lo pasé fue en mi etapa de adolescente, mis amigos empezaban a salir con chicas y tal y cual, y para mí eso fue apoteósico, al vivir en un segundo plano había desarrollado un tremendo extrovertismo, no tenía reparo alguno en hablar con cualquier desconocido y entablar conversación con alguien. La timidez no era el problema, solo la cruz que me acompañaba desde siempre, nadie se fijaba en mí. Cuando conocía a alguna nuevo amigo, a una chica, o lo que fuera, no tenía verguenza ninguna en la primera impresión, pero con el tiempo acababa pasando lo de siempre, todo el mundo por un lado y yo por otro.

Esto parece difícil de entender, creereís que quizá exagere, que sea un inténtico patético de dar pena, pero no lo pretendo, nunca lo he hecho, y nunca lo haré, no sé dar pena, quizá la doy por mí mismo. De todas maner..."

David dejó de escribir, arrancó la hoja, y la tiró al fuego con toda su rabia acumulada durante años y años de soledad.

-¿Qué estás haciendo David? Deja de hacer gilipoyeces. -Se gritaba para sí mismo, mientras una lágrima recorría sus marcadas facciones.- Vamos a por algo para picar a la nevera...

El reloj.

El reloj indicaba con sus viejo tintineo que acababan de dar las diez, siempre había odiado ese reloj, pero nunca se había deshecho de él, le traía demasiados recuerdos... Recuerdos, que, muy a su pesar, jamás podrá olvidar...

Sacó un viejo y usado bloc y del bolsillo de la bata, su pluma.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Una fría noche.


Una fría noche, David no conseguía dormir, así que se sentó frente la chimenea a escribir con su preciosa pluma. Comenzó a escribir una pequeña historia, una historia que acaba de empezar, y que aún no sabe cuando acabará...

Esta historia será un viaje, un viaje a través de experiencias vividas, sueños, ilusiones y anécdotas, historias...


Esta pequeña historia ya ha comenzado, bienvenidos, y espero que os guste.